25/2/16

Las Crónicas de Aecio (V)


Reino de los Belgas, 505 d.C.

Salimos de Venta Belgarum con Dahlphric por delante para que no nos cogieran por sorpresa, dado que en el fondo no dejábamos de estar en territorio enemigo. La idea es avanzar hasta una próxima encrucijada para virar hacia el corazón de Dumnonia.



Al poco, Dahl vuelve informándonos de que ha encontrado un rastro de una banda de guerra que ha pasado por el camino al menos un día antes que nosotros.

Uno de los guerreros belgas que nos acompañan, Gophrex, nos dice que mejor vayamos por la linde del bosque que bordea el camino, para llamar menos la atención.

Intentamos avanzar lo más sigilosamente, a pesar de que nunca fue mi fuerte el pasar desapercibido. Por suerte no damos la voz de alarma.


Cuando llegamos al cruce de caminos, vemos una banda de 10 sajones acampados con actitud de estar esperando a más guerreros. Angmar se ofrece a crear una distracción y permitir que nos escabullamos camino abajo hacia Caer Cadarn.

Cuando los sajones se dirigen a la distracción que ha creado Angmar, aprovechamos para pasar desapercibidos milagrosamente.

A pesar de todo, sabemos que una vez superada la distracción vendrás tras nosotros, por lo que más adelante montamos una emboscada en un mal sitio al lado del camino, pero es lo mejor que encuentran entre Angmar y Dahlphric. Mientras esperamos, Angmar pintarrajea unas piedras con símbolos arcanos.

Cuando llegan los sajones, Angmar sale a su encuentro y lanzándoles las piedras y maldiciéndolos consigue espantarlos entre maldiciones y amenazas. Resulta tan convincente que hasta yo dudo de Dios.

Una vez ahuyentados los sajones, seguimos adelante hasta que encontramos acampado al ejército britano bajo las enseñas del dragón de Dumnonia, el jabalí de Gwent y el toro de Kernow, lideradas las huestes por los reyes Gerrent y Caradoc y por el príncipe Drustan, respectivamente.

Pasamos a engrosar la partida de guerra de Drustan, que nos cuenta que Arturo está de camino a pararle los pies a Aelle junto con los mercenarios Escudos Negros. También trabamos una cierta amistad con él y nos cuenta los desencuentros que está teniendo con su tío el rey Mark.

Al fin encontramos a la hueste sajona al otro lado del lecho de un río.

Antes de lanzarnos contra ellos, los druidas hacen su magia, aunque todos nos quedamos de piedra cuando Angmar, nuestro druida, después de maldecir a los sajones, hace salir a un guerrero sajón y lo acuchilla, tratando de hacer creer a los sajones que sus dioses le han dado la fuerza necesaria para matar a un joven guerrero.

Es el turno de los campeones. Salen dos campeones de la línea sajona.

Desde el ala derecha del ejército sajón sale Liofa, mientras que un bruto de nombre Gardwen sale desde enfrente de donde estamos nosotros.

Gerrent reta en combate singular a Liofa, mientras que yo detengo a Drustan, buen general pero no tan buen guerrero como a él le gustaría, y salgo como campeón de nuestro lado.

En un alarde de estupidez, me quito la coraza de cuero endurecido, convencido de mis posibilidades y casi que me cuesta la vida.

El sajón es enorme, y lo esquivo un par de veces aguijoneándolo con mi espada, haciéndole daño, pero sin llegar a herirlo de gravedad.

Gardwen sólo es capaz de alcanzarme una vez, pero casi que me saca las tripas de un espadazo, aunque soy yo el que lo destripa con un grito de odio.

Me vuelvo hacia mi ejército exhausto y herido, pero con un grito de victoria... y lo que veo me desconcierta... los britanos están pálidos... entonces me acuerdo del otro duelo... me vuelvo justo a tiempo de ver cómo Liofa se cansa de jugar con Gerrent y le atraviesa el corazón.

Los sajones aclaman a su campeón.

Dumnonia se acaba de quedar sin rey.

Trasfondo de Aecio

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