4/1/16

Las Crónicas de Aecio (I)


Armórica, Invierno de 505 d.C.

Nunca una victoria supo tanto a derrota.

En cualquier otra batalla similar, la noche, los días, las semanas posteriores hubieran transcurrido dentro de la neblina provocada por el alcohol.

Pero claro, en cualquier otra batalla no hubiera muerto el edling del Pendragón de Britania.

Maldito seas Caradoc. Maldito seas una y mil veces. Si no hubiera sido por tu insensatez, si hubieras dejado a Arturo llevarse los honores por la victoria nada de esto estaría pasando.

Hace 4 meses que tuvimos que salir de Britania casi como fugitivos a cobijarnos en los reinos amigos de Armórica, reinos que sí que saben apreciar el valor de Arturo en combate, y que son lo suficientemente inteligentes como para contar con su ingenio luchando contra los francos...

Bueno, lo de luchar es un decir. Estos perros no hacen otra cosa que huir y esconderse. Llevamos una semana recorriendo los parajes de Vannetais buscando la horda que está asolando las tierras. Somos 400 hombres, 100 de ellos guerreros veteranos de las campañas de Arturo y distinguidos en la batalla del Caballo Blanco, que seguiré proclamando como la mayor victoria de nuestro general, aunque otros se empeñen en negársela porque un incapaz quiso demostrar que era algo para lo que no había nacido.

Maldito seas Caradoc.

Parece que los francos se han decidido por fin a presentar batalla. Se habrán cansado de masacrar aldeanos y violar vacas, y ahora quieren poner a prueba sus jabalinas contra un muro de escudos de verdad.

Vemos en la noche la última aldea que esos perros van a poder quemar. Arturo hace dos días que se fue con sus 100 jinetes a ampliar la búsqueda, aunque se mantiene en contacto con nosotros regularmente con exploradores.

Nos disponemos a pasar la última noche antes de la batalla que tendrá lugar entre dos colinas. Entre los guerreros que nos encontramos alrededor de una hoguera conozco a Dahlphric, sajón que juró lealtad a Arturo tras la batalla del Caballo Blanco. La alternativa de ser vendido como esclavo no le convenció así que juró poner a disposición de Arturo su gladius y su sax, por lo que deduzco que no será de gran ayuda a tu lado en un muro de escudos, algo que quizás se ha visto obligado viendo su pobre constitución.

Mientras estamos intercambiando chanzas, vemos como uno de los exploradores de Arturo llega y habla con Cei y Cullhwuch, que son nuestros líderes mientras estemos separados de los jinetes.

Le digo a Dahlphric que vaya despertando a los afortunados que pueden conciliar el sueño antes de la batalla a la vez que voy intentando poner orden entre los guerreros que están buscando el valor en el fondo de un odre de vino.

Amanece cuando vemos aparecer en lo alto de la colina de enfrente a la horda ebria y vociferante de guerreros francos. Quizás respondiendo a una orden de Arturo, quizás por mera impaciencia o temiendo que nuestro enemigo emprenda una huida, Cei decide que bajemos de nuestra posición elevada para confrontarlos en la planicie que nos separaba.

De entre las filas de francos salen 2 sacerdotes cristianos que se dedican a bendecir las armas de nuestro enemigos.

Guerrero franco
Mientras me arrodillo pidiéndole a Dios Nuestro Señor que de fuerza a mi brazo y que bendiga nuestra causa por encima de la de los francos, me fijo en que los sacerdotes hacen especiales bendiciones a un guerrero en concreto. Su campeón, me digo mientras veo como avanza hacia nuestras filas desafiante. Es un veterano curtido en mil batallas armado con lanza y escudo.

Cuando está a mitad de camino se para y empieza a insultarnos, retándonos a que alguno de nosotros se enfrente a él en combate singular a muerte. No tenemos designado un campeón para estos casos. Y aunque se me pasa por la cabeza enfrentarme a él, algo me dice que no es mi lucha, todavía no.

Veo que mi amigo sajón avanza hacia el campeón franco, e intento retenerlo, pues considero que por muy bien que se maneje con el sax y el gladius, no tiene mucho que hacer contra la fuerza bruta de Odo, pues ese es su nombre, como se encarga de recordarnos entre insultos y escupitajos para maldecirnos como hacen los paganos. Un mal cristiano.

Ignorando mi advertencia, Dahlphric se encara hacia el franco, que le embiste primero con su lanza, superando las defensas del sajón y haciendo la primera sangre a nuestro improvisado campeón.

Me arrepiento en el momento en que el filo de la lanza muerde su cuerpo de haber puesto en tela de juicio su lealtad, con el convencimiento de que su imprudencia bebe de la necesidad de reafirmar el compromiso contraído con Arturo al ser derrotado en Britania.

En la réplica, consigue con su embestida desequilibrar a Odo, provocándole un tajo importante en la frente, que lo hace sangrar profusamente. Es en ese momento cuando empezamos a jalear a nuestro campeón, enardecidos por cómo se ha rehecho ante un guerrero indudablemente más experimentado que él.

Cegado por la sangre que le mana de la herida abierta, Odo marra su ataque, aunque un golpe afortunado con el escudo hace que Dhal pierda su sax. Parece que aquí acaba la historia de mi recién descubierto camarada de armas, y por un momento siento el impulso de salir en su defensa, pero sé que no debo dar esa muestra de debilidad delante del ejército enemigo, además de que no le haría ningún favor en el caso de que consiguiera salvar su vida, pues quedaría marcado para siempre.

Sin embargo Dios parece haber preferido mis plegarias antes que las bendiciones de los sacerdotes enemigos a un pagano como Odo, puesto que falla su siguiente arremetida, permitiendo a Dahl recuperar su sax.

Gladius y sax parecen fundirse desde donde me encuentro, distraído por una floritura de la mano que empuña el sax y cegado por la sangre que le cubre todo el rostro, Odo no ve venir el gladius, que se incrusta fuertemente en su estómago.

Aclamamos a nuestro campeón mientras vuelve al muro de escudos y nos aprestamos a la inminente batalla.

Somos menos, pero ahora mismo eso no nos importa, nuestros guerreros paganos ven la victoria de Dahl como un buen augurio de sus dioses, y los cristianos de nuestras filas sabemos que Dios está de nuestro lado, así que hacemos sonar nuestras lanzas contra nuestros escudos llamando a la batalla.

Ahora esos perros francos van a saber lo que pasa cuando se choca con un muro veterano de escudos.

Ahora sabrán lo que es enfrentarse con hombres de Arturo.

Trasfondo de Aecio
Trasfondo de la partida

2 comentarios:

  1. Me ha encantado la crónica y el sistema. El sistema a poco que nos hagamos con el y nos aclaremos en los bonificadores y tiradas es muy simple y efectista, y esta feo que lo diga yo...pero la ambientación mola un cojón.

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    1. Yo me lo pasé de lujo, y mira que mi PJ no hizo nada, pero la aventura tiene buena pinta, y la ambientación es que es genial. El sistema es diferente a lo que he jugado antes, la verdad, y creo que en cuanto le cojamos soltura va a ser muy ágil y narrativo. Ahora nos toca comprobar cómo de necesarios son los puntos FATE para una batalla, que es de lo que más me llama la atención del juego.

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