Domingo por la mañana, Avda Manuel Siurot,
Después del mensaje de Zifnab sólo me quedaba resignarme a trabajar con el cateto de Buendía, supongo que si el loco de mi maestro lo contrataba, tendría que fiarme de él... sí, claro, y qué más...
Espero a que me recoja en su Land Rover, que menos mal que es un modelo antiguo, porque no creo que un coche moderno hubiera aguantado mi presencia sin sufrir un colapso eléctrico desde Luis Montoto a La Palmera.
Joder, vale que sea antiguo, pero ¿tiene que estar tan lleno de mierda?
En definitiva, allí que nos presentamos Buendía y yo en una soleada mañana de mayo en la puerta de la casa de Artemisa. Por la calle sólo se ve un barrendero de LIPASAM que se nos acerca hasta que reconocemos al títere de Galawel... ¿Qué coño hace aquí Ocaña?
Si no hubiera visto muchas cosas en este mundo, creería en las casualidades, pero es que no me lo trago, y menos cuando esquiva torpemente mis preguntas, justificando que es que ha cambiado turnos con sus compañeros...
Cuando empiezo a mosquearme en serio, empieza el baile, Buendía nos advierte del peligro segundos antes de desaparecer y de que empiecen a llover balas desde la azotea del edificio de Donantes de Sangre.
Ocaña trata de echarme al suelo, pero cae a mis pies sin tocarme siquiera. Sinceramente, hubiera preferido que me tocase él antes que el tiro que consigue atravesar el muro que invoco para protegerme... auch, eso ha dolido...
Una vez pasado el primer envite, y con Ocaña y Buendía corriendo hacia nuestros atacantes, hago que el suelo del tejado sufra un terremoto que al menos conseguirá que lo tengan más chungo para dispararnos.
Una vez que el combate empieza a desarrollarse en la terraza (oigo muchos gritos y veo un par de cuerpos volar), me centro en la entrada de casa de Artemisa, que está protegida por un umbral y temo que algo más, por lo que decido abrir mi Tercer Ojo (sí, ya, he oído todas las bromas que se os ocurran, vamos a centrarnos) y veo alrededor de la casa una sombra que la rodea... bueno, eso y unos inquietantes pétalos de flores con ojos en la cancela de entrada, como si no tuviera bastantes pesadillas ya.
Al no encontrar nada más extraño de lo normal, entro en la casa, mientras las puertas se abren a mi paso como si fuera Moises en el Mar Rojo... qué bonito y bíblico todo...
Me reúno con mis dos compañeros en el interior, que ya he revisado mientras ellos interrogan al único superviviente y esconden los cuerpos de los demás en el jardín de la difunta. El único rastro de magia proviene del sótano, en cuyas escaleras es donde encontramos el cuerpo sin vida de Artemisa.
Buendía lleva el cadáver arriba, y mientras analizo un poco la entrada, que parece estar custodiada por la estatua de un señor fae con cara de pocos amigos.
Detecto que está conectado con la puerta del sótano, pero no soy capaz de ver la relación exacta ni cómo podemos sortearla... estoy bastante escarmentado como para ponerme a abrir puertas sin tomar medidas, eso ya lo hizo un colega hace unos años jugando al rol, y esto no es una partida sin consecuencias, la verdad.
Me aparto de Buendía y Ocaña, y saco el diario para comunicarme con mi madre. Menos mal que ella sólo puede escribir en el diario, aunque su trazo es tan grande y enérgico que la escucho gritar como si estuviera chillándome en el apartamento...
"¡ESTAS CRIATURAS ESTÁN CONTIGO HASTA LA MUERTE, DESPUÉS PASARÁN DE TI COMO LO HACEN LOS HIJOS!"
Señora, joder, ¡no chille! Y no soporto esta manía de hablar con acertijos, que después de un tiroteo y con los nervios de punta por los dos que me acompañan no me da la cabeza para mucho más.
Después de hacer una interpretación libre de lo que me quiere decir mi madre, hago que Buendía baje otra vez el cuerpo de Artemisa, y cogiéndola por los sobacos, hago que "sea ella" la que abra la puerta del sótano.
En el momento en que la puerta se abre, el Fae empieza a desperezarse, lo que hace que tire sin mucho decoro a Artemisa y me meta en el sótano como alma que lleva el diablo... lamentable... aunque no tanto como la pena que transmite el hada al darse cuenta de que Artemisa está muerta... claro, eso justo antes de irse al Más Allá en una explosión de ectoplasma que lo deja todo perdido.
Una vez dentro del laboratorio de Artemisa, nos dedicamos a recoger todo rastro de elementos mágicos, entre los que destaca un jarrón antiguo roto en el suelo con inscripciones en chino y un montón de cenizas a su alrededor.
Finalmente nos llevamos a mi tiendo los objetos mágicos de Artemisa para que el Consejo Blanco (a través de Zifnab, que Dios nos coja confesados) los ponga a buen recaudo. Mientras hacemos inventario de todo, Ocaña encuentra una especie de álbum de fotos que llama mi atención... en una de ellas puede verse a una mujer con lo que presumiblemente sean sus dos hijos (un niño y una niña), posando delante de una vieja furgoneta Volkswagen... ¿ese niño no se parece a mi? ¿esa furgoneta no es una VW T1? pero, si yo no tengo hermana...
Todo esto pasa por mi cabeza, pero sólo durante un momento, perdiendo el hilo de un recuerdo que podría ser importante, pero incapaz de tener siquiera la inquietud de haber olvidado algo.
Mientras ponemos los elementos mágico a buen recaudo, Ocaña nos confiesa que él estaba allí tan convenientemente por encargo de Galawel, que quería saber el por qué en las recientes muertes de hadas siempre se encontraba Artemisa por los alrededores.
Decidimos dividirnos el trabajo, y mientras Ocaña y Buendía intentan averiguar quién manda a los soldados que nos han atacado y sobre el jarrón roto que nos encontramos, yo me dedico a tratar de averiguar algo más de esa sombra que vi en los alrededores de la casa de Artemisa e intento averiguar algo del montón de cenizas que encontramos junto con el jarrón.
Mientras llevo a cabo un ritual sobre las cenizas para averiguar que son cenizas orientales de hace al menos 2 siglos, Ocaña y Buendía me vienen con lo gordo del pastel. El jarrón era un recipiente que tenía controlado a un shinigami (hola, sombra malrollera que vi alejándose de casa de Artemisa...).
Parece que algo o alguien ha liberado al origami de su cárcel y ahora anda suelto por la ciudad, lo cual pinta un panorama genial...
Galawel orienta a Ocaña para que busque a un profesor de japonés de la Universidad de Sevilla, el profesor Rodriguez Rasero, que en su día pujó por el jarrón en la misma subasta que Artemisa, aunque finalmente se lo quedó ella.
Ocaña y Buendía son los que con complicadas técnicas de interrogatorio y empatía con el profesor (eso y un par de toñas bien dadas, por lo que me dijo Buendía) le sonsacan al profesor la verdad. Él trabaja para Thanatos, y le hizo el encargo de pujar fuerte por el jarrón para sus planes, y les cuenta que para capturar a la criatura de nuevo tenemos que hacer un sacrificio de una criatura sobrenatural, es decir, hay que capturar a algo o alguien, atraer con ello al maki sushi y mientras está drenando su energía, atraparlo con un ritual de la polla y ligarlo a un objeto... marvelous...
El nombre de Thanatos lleva tiempo escuchándose por la ciudad, aunque nadie sabe exactamente quién o qué es en realidad... sea lo que sea, si está detrás de un demonio oriental come almas no creo que sea el típico tío con el que ir a tomar unos caracoles a la Juncal. Quién sabe, a lo mejor va a despertar las gárgolas de la Catedral y les va a poner nombres de los barrios de la ciudad... madre mía hasta esta frikirreferencia hace que me den escalofríos. Empiezo a pensar que puede que esté detrás de la muerte de Artemisa.
En definitiva, con todo esto en el aire, nos ponemos manos a la obra. Parece que todos tenemos claro que el cebo va a ser un bastardo de la Corte Roja. El Consejo Blanco está en guerra con ellos, por lo que no van a poner pegas, a Buendía nada le haría tan feliz como verlos arder a todos, al menos hasta que él se convierta en uno de ellos... y Ocaña... bueno, la verdad es que no tengo claro la opinión de Ocaña al respecto, pero ya somos mayoría en este tripartito.
Nos vamos a las 3.000 Viviendas por la noche, con la idea de atrapar a un vampiro usando a Ocaña de cebo.
Parece que Ocaña da el perfil de yonki, porque consigue que un vampiro se le acerque en la plaza donde estamos ocultos Buendía y yo. Yo más a la antigua, detrás de un coche. Cuando vemos que el vampiro empieza a dudar, entramos en acción, mientras Buendía se acerca para darle guantazos hasta en el carné, yo le atrapo las piernas aprovechando que está sobre la tierra, haciéndole una zancadilla a distancia y llenándole la boca de albero.
Durante el breve forcejeo, consigue articular un grito, pero conseguimos reducirle rápidamente y nos vamos quemando ruedas del coche detrás del que me escondía, que resultó ser el nuestro (sí, soy muy despistado... o son cosas del destino [guiño, guiño]).
Y allá vamos. Con una criatura inconsciente en el asiento de atrás a la que vamos a sacrificar para poder atrapar a una especie de dementor japonés liberado presumiblemente por un nota cuyo nombre traducido del griego significa "muerte"...
Nada, como dijo el más grande, avanti con la guaracha...
Una vez dentro del laboratorio de Artemisa, nos dedicamos a recoger todo rastro de elementos mágicos, entre los que destaca un jarrón antiguo roto en el suelo con inscripciones en chino y un montón de cenizas a su alrededor.
Finalmente nos llevamos a mi tiendo los objetos mágicos de Artemisa para que el Consejo Blanco (a través de Zifnab, que Dios nos coja confesados) los ponga a buen recaudo. Mientras hacemos inventario de todo, Ocaña encuentra una especie de álbum de fotos que llama mi atención... en una de ellas puede verse a una mujer con lo que presumiblemente sean sus dos hijos (un niño y una niña), posando delante de una vieja furgoneta Volkswagen... ¿ese niño no se parece a mi? ¿esa furgoneta no es una VW T1? pero, si yo no tengo hermana...
Todo esto pasa por mi cabeza, pero sólo durante un momento, perdiendo el hilo de un recuerdo que podría ser importante, pero incapaz de tener siquiera la inquietud de haber olvidado algo.
Mientras ponemos los elementos mágico a buen recaudo, Ocaña nos confiesa que él estaba allí tan convenientemente por encargo de Galawel, que quería saber el por qué en las recientes muertes de hadas siempre se encontraba Artemisa por los alrededores.
Decidimos dividirnos el trabajo, y mientras Ocaña y Buendía intentan averiguar quién manda a los soldados que nos han atacado y sobre el jarrón roto que nos encontramos, yo me dedico a tratar de averiguar algo más de esa sombra que vi en los alrededores de la casa de Artemisa e intento averiguar algo del montón de cenizas que encontramos junto con el jarrón.
Mientras llevo a cabo un ritual sobre las cenizas para averiguar que son cenizas orientales de hace al menos 2 siglos, Ocaña y Buendía me vienen con lo gordo del pastel. El jarrón era un recipiente que tenía controlado a un shinigami (hola, sombra malrollera que vi alejándose de casa de Artemisa...).
Parece que algo o alguien ha liberado al origami de su cárcel y ahora anda suelto por la ciudad, lo cual pinta un panorama genial...
Galawel orienta a Ocaña para que busque a un profesor de japonés de la Universidad de Sevilla, el profesor Rodriguez Rasero, que en su día pujó por el jarrón en la misma subasta que Artemisa, aunque finalmente se lo quedó ella.
Ocaña y Buendía son los que con complicadas técnicas de interrogatorio y empatía con el profesor (eso y un par de toñas bien dadas, por lo que me dijo Buendía) le sonsacan al profesor la verdad. Él trabaja para Thanatos, y le hizo el encargo de pujar fuerte por el jarrón para sus planes, y les cuenta que para capturar a la criatura de nuevo tenemos que hacer un sacrificio de una criatura sobrenatural, es decir, hay que capturar a algo o alguien, atraer con ello al maki sushi y mientras está drenando su energía, atraparlo con un ritual de la polla y ligarlo a un objeto... marvelous...
El nombre de Thanatos lleva tiempo escuchándose por la ciudad, aunque nadie sabe exactamente quién o qué es en realidad... sea lo que sea, si está detrás de un demonio oriental come almas no creo que sea el típico tío con el que ir a tomar unos caracoles a la Juncal. Quién sabe, a lo mejor va a despertar las gárgolas de la Catedral y les va a poner nombres de los barrios de la ciudad... madre mía hasta esta frikirreferencia hace que me den escalofríos. Empiezo a pensar que puede que esté detrás de la muerte de Artemisa.
En definitiva, con todo esto en el aire, nos ponemos manos a la obra. Parece que todos tenemos claro que el cebo va a ser un bastardo de la Corte Roja. El Consejo Blanco está en guerra con ellos, por lo que no van a poner pegas, a Buendía nada le haría tan feliz como verlos arder a todos, al menos hasta que él se convierta en uno de ellos... y Ocaña... bueno, la verdad es que no tengo claro la opinión de Ocaña al respecto, pero ya somos mayoría en este tripartito.
Nos vamos a las 3.000 Viviendas por la noche, con la idea de atrapar a un vampiro usando a Ocaña de cebo.
Parece que Ocaña da el perfil de yonki, porque consigue que un vampiro se le acerque en la plaza donde estamos ocultos Buendía y yo. Yo más a la antigua, detrás de un coche. Cuando vemos que el vampiro empieza a dudar, entramos en acción, mientras Buendía se acerca para darle guantazos hasta en el carné, yo le atrapo las piernas aprovechando que está sobre la tierra, haciéndole una zancadilla a distancia y llenándole la boca de albero.
Durante el breve forcejeo, consigue articular un grito, pero conseguimos reducirle rápidamente y nos vamos quemando ruedas del coche detrás del que me escondía, que resultó ser el nuestro (sí, soy muy despistado... o son cosas del destino [guiño, guiño]).
Y allá vamos. Con una criatura inconsciente en el asiento de atrás a la que vamos a sacrificar para poder atrapar a una especie de dementor japonés liberado presumiblemente por un nota cuyo nombre traducido del griego significa "muerte"...
Nada, como dijo el más grande, avanti con la guaracha...
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